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El Fleta y el espacio de la Comunidad - Artículo publicado en la revista "Generación XXI"

El Fleta y el espacio de la Comunidad - Artículo publicado en la revista "Generación XXI"

Ninguna ciudad propondría, hoy, la venta de una calle. La comunidad requiere de un espacio propio en que encontrarse y mostrarse a sí misma como tal. Las calles, las plazas, los parques o los jardines, son piezas de un espacio común propiedad de todos o, mejor aún, propiedad de nadie.

La lucha feroz entre los intereses políticos y económicos que hoy construyen la ciudad, con la participación casi testimonial de intereses referentes al medio ambiente o al patrimonio cultural, suele saldarse a favor de los grandes y pequeños intereses particulares. Así, el espacio de la ciudad ya no es más que pura mercancía, materia presta para la transacción comercial. A menudo la conversión del espacio en euros dice hacerse en aras del “progreso”, en tanto que valor supremo que agota todo razonamiento, habida cuenta de que cualquier otra consideración le debe sometimiento absoluto.

La comunidad necesita espacios sin precio, pero no sólo calles y plazas, sino también escuelas, hospitales, juzgados, museos, teatros y sedes oficiales. Espacios de la comunidad y para la comunidad. De todos y de nadie. El del Fleta es un caso más de privatización del espacio común, aunque de especial gravedad, por cuanto supone la renuncia a una importante parcela de la iniciativa pública en materia de cultura.

Al observar los restos de la gran arquitectura del teatro en la avenida de Cesar Augusto puede verse un patrimonio cultural que merece restauración y cuidado. Puede verse el espacio de la comunidad para el uso de la comunidad, la sede de la orquesta y el ballet de la ciudad. O también puede verse un gran solar en el centro de Zaragoza valorado en tantos millones de euros.

No es extraño que una entidad privada pretenda tener en Zaragoza un lugar para exhibir los espectáculos que promociona. Incluso tampoco lo es que, puesto que el espacio rígido del Fleta no resulta adecuado para sus actividades, esté dispuesta a la destrucción de un importante patrimonio cultural. Lo grave es que el Gobierno que ostenta en nuestro nombre la potestad de administrar nuestros bienes comunes, de conservar el patrimonio y de garantizar el derecho a la cultura en condiciones de igualdad, promueva la cesión, aún parcial, de la propiedad y de la gestión del único espacio propio de la Comunidad Autónoma para las artes escénicas, olvidando que no administran su espacio sino el nuestro. Aunque parece que esto a los ciudadanos también se nos ha olvidado.

Si aceptamos que la comunidad se gobierna a sí misma mediante unos representantes por ella elegidos, deberemos aceptar que la gestión pública difiere de la privada o de la mixta en que tiene como único fin el beneficio común. Frente a la rémora que supone que beneficios particulares se antepongan a los comunes, los ciudadanos debemos exigir nuestro espacio para nuestro uso y disfrute.

El Fleta debe seguir siendo de todos y de nadie. Y debe seguir siendo, en la medida de lo posible, el teatro que Yarza diseñó. Si el problema es que el Gobierno no puede mantener siquiera un único teatro en la Comunidad Autónoma, quizás sea momento de disolver el Departamento de Cultura para evitar gastos innecesarios e ir pensando en vender la mitad de la Universidad a Iberdrola, por ejemplo. Por supuesto, todo para nuestro progreso.

Carlos Bitrián

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