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La 'mordida' a la española, por José Luis Arce.

La 'mordida' a la española, por José Luis Arce.

Imagen blog personal de Amuda Goueli

Con la corrupción que hay en España ya tendríamos monotema para todos los días en este blog. No salimos de nuestro asombro los españolitos de a pie. El autor, José Luis Arce, habla alto y claro, así que difundimos su artículo con mucho gusto. La corrupción está bien anclada en los poderes políticos y empresarios, entre otros colectivos, así que cómo vamos a pensar que su objetivo sea  el bien común. No, no es posible, y lo vemos claramente en decisiones quese toman un día sí  y otro también. Porque tontos no somos, otra cosa es que el que ostenta el poder ejerza abusivamente.  

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La ‘mordida’ a la española

Por José Luis de Arce, publicado en Heraldo de Aragón, 8 de marzo, 2014 

LA ROTONDA.  Hubo un tiempo en el que a los españoles nos enseñaron a creer que la corrupción era un enfermedad propia de otros países. Hoy la podredumbre nos ha desbordado y se ha situado entre las máximas preocupaciones del ciudadano de a pie.

«Como contrapunto a esas cualidades celtíberas, se nos ponía el ejemplo de México, donde la ‘mordida’ era toda una institución» 

«Porque lo de España, señores, no es una simple, discreta y hasta folclórica ‘mordida’. Aquí se lo están llevando a dentelladas»

NO sé si formaba parte de aquella asignatura llamada Formación del Espíritu Nacional –¡qué manía tienen todos los regímenes políticos de adoctrinarnos!–, pero cuando se nos querían imbuir las grandezas de España y su supremacía moral sobre el resto del mundo se nos ponían algunos ejemplos ilustrativos. En cuestiones de moral pública, pongo por caso, España era un país limpio y honesto, pobre pero honrado, siempre hidalgo, que no conocía la picardía ni la corrupción, pese a haber sido la picaresca uno de los signos de identidad de lo español en la literatura–fiel reflejo de la realidad social– que se escribía cuando se estaba forjando el alma de España como nación.

Como contrapunto a esas cualidades celtíberas, que se nos suponían como el valor a los soldados, se nos ponía el ejemplo de México, paradigma de la corrupción, en donde la ‘mordida’ era toda una institución nacional. Consistía esta, como es sabido y en palabras de María Moliner, en el «soborno a un funcionario para eludir multas y contratiempos administrativos». Es decir, que cualquier asunto relacionado con la Administración, permisos, licencias, autorizaciones varias, sanciones, pleitos y otros casos se resolvía mediante la entrega de un dinero, que era algo así como un peaje o un impuesto extra que te cobraban, de forma sumaria y en efectivo, secretarios, jueces, policías, funcionarios, ediles y políticos de todo pelaje y condición por cualquier gestión que tuvieras que hacer.

A medida que fuimos creciendo e íbamos conociendo el mundo, supimos que también esa práctica de la mordida, o comisión, se practicaba en numerosos países, siendo algunos árabes y de ciertas islas

del Caribe los que con más alegría tendían la mano para percibir la ‘coima’. Y ahora eran ya ministros y prebostes varios los que se embolsaban una pasta gansa a cambio de conceder concursos, firmar

contratos o comprometer suministros varios. El españolito de a pie, educado en aquellos valores hispanos, se escandalizaba y creía que por lo menos nosotros seguíamos siendo decentes. ¡Qué inmenso error!

 La astilla comenzaba  a hacer estragos en el dulce mundo en que vivíamos y pocos años bastaron para que cundieran entre nosotros la avaricia, la rapiña y el robo más o menos organizado y a gran escala. Se nos cayó el andamio que sostenía una falsa e hipócrita moral y descubrimos que ahora, según se acaba de saber en las encuestas del CIS, es la corrupción la segunda gran preocupación de los españoles (de algunos, claro). Así que hemos aprendido, como alumnos aventajados, todos los trucos y tejemanejes para pillar allí donde haya, de modo que somos hoy uno de los países más corruptos, envilecidos y destrozados en su imagen por una banda de elegantes delincuentes para quienes la Justicia no acaba de encontrar la horma de su zapato.

Esto no solo es muy triste, es muy grave. Y debemos ponerle remedio si no queremos acabar sofocados por una podredumbre que no merecemos. Hace falta una justicia rápida y ejemplar. Además de justa, que también. Porque lo de España, señores, no es una simple, discreta y hasta folclórica ‘mordida’. Aquí se lo están llevando a dentelladas.

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