Blogia
APUDEPA

Visita al Real Seminario de San Carlos de Zaragoza

Visita al Real Seminario de San Carlos de Zaragoza

El arquitecto José Mª Valero explicando a los socios. Foto Apudepa 2010

Durante la mañana del pasado sábado, día 11 de diciembre, APUDEPA realizó una visita guiada al Real Seminario de San Carlos Borromeo, en Zaragoza, edificio declarado Bien de Interés Cultural y que actualmente está siendo objeto de obras de rehabilitación.  Acompañados por el arquitecto director de los trabajos, José María Valero, una quincena de socios tuvimos ocasión de conocer un poco más de cerca este emblemático recinto, conformado por la Iglesia y el edificio anejo, edificado en el s. XVI por la Compañía de Jesús sobre el solar hasta entonces ocupado por varias construcciones de la antigua judería, entre ellas la sinagoga mayor.

 

Las obras de rehabilitación, cofinanciadas por el Gobierno de Aragón, Arzobispado de Zaragoza y Caja de Ahorros de la Inmaculada, tienen como finalidad, entre otras, el saneamiento de las cubiertas, la limpieza de fachadas y la mejora de la habitabilidad de algunas dependencias interiores de este edificio, ocupadas en la actualidad por cincuenta  religiosos, más unos diez seglares que trabajan en la casa, según se nos explicó.

 

Al comienzo de la visita, nuestra presidenta Belén Boloqui nos obsequió con una breve reseña sobre los avatares históricos por los que atravesó el recinto en el transcurso de los siglos; edificado como Colegio e Iglesia de la Inmaculada, fue utilizado como morada de la Orden jesuítica en nuestra ciudad hasta la expulsión de la Compañía en el s. XVIII, momento en el cambió su nombre por el de Real Seminario de San Carlos Borromeo, que mantiene en la actualidad, desempeñando en el presente funciones de residencia sacerdotal.  No faltaron en esta explicación las referencias a la labor docente de la Compañía, que tuvo abierto en aquel emplazamiento un centro de enseñanza, así como tampoco a la figura del filosofo jesuita Baltasar Gracián, aragonés insigne que habitó sus dependencias durante una etapa de su vida, en la que escribió la primera parte de El Criticón, una de sus obras más universales.

 

Tras este preámbulo, y guiados por las explicaciones de José María Valero, pasamos a recorrer el exterior del complejo, cuyas fachadas empiezan a mostrar ya los resultados de una profunda limpieza que le está permitiendo recuperar parte de su aspecto original. Con este objetivo, se está tratando de restituir a las fachadas aquellos elementos eliminados en anteriores intervenciones, tales como la imposta moldurada que recorre el muro longitudinalmente, al tiempo que se eliminan añadidos recientes como es el caso de unos antiestéticos enlucidos realizados hace algunas décadas en los vanos de las fachadas. Como descubrimientos reseñables ocurridos durante los trabajos de restauración, una cornisa de ladrillo que remata una de las cubiertas y el hallazgo de restos de la policromía original en la portada de la Iglesia, en tonos rojizos.

 

Ya en el interior, donde fuimos recibidos por el director de la residencia, Sr. Bartolomé Fandos, antiguo cura párroco de Ejea de los Caballeros, pudimos admirar todo el patrimonio mueble que atesoran sus muros, mobiliario, pinturas y, sendos relieves góticos en alabastro que podrían proceder, según la Dra. Carmen Morte, de la antigua iglesia de Santa María la Mayor.  Igualmente, disfrutamos contemplando los detalles arquitectónicos del interior del edificio, en particular el magnífico claustro, en torno al cual se distribuyen las restantes dependencias de este recinto, desconocido para la mayoría de los zaragozanos.  La zona que alberga los dormitorios de los residentes, en la planta superior, ha sido objeto asimismo de una profunda intervención, que ha dotado a este ala del edificio de una mayor luminosidad, mediante la instalación de unas claraboyas en su cubierta, solución que, al mismo tiempo, ha permitido recuperar el espacio destinado a vidrieras en el muro sur de la iglesia, medianero entre ambas construcciones, y cuyos vanos habían permanecido cegados con un trampantojo desde que, como consecuencia de la elevación del piso superior en el Seminario en un momento cronológicamente posterior a la construcción de la Iglesia, el lado de la Epístola había quedado privado de luz natural.

 

Tras recorrer las dependencias del seminario, pasamos a visitar el interior de la Iglesia, donde nuevamente Belén volvió a ilustrarnos con diversos datos histórico artísticos relativos a la misma que nos facilitaron la comprensión de este singular espacio, de estructura gótico – renacentista pero reformado en el s. XVIII para adaptarlo a los criterios decorativos propios del estilo rococó, con una profusa decoración que ha determinado la imponente apariencia que muestra en la actualidad.  Asimismo, hizo referencia a diversos personajes vinculados a la historia del edificio, como es el caso del hermano Lacarre, a quien se debe parte de las reformas barrocas del monumento, del Baylío de Caspe D. Lupercio Xaureche y Arbizu, benefactor del Colegio, y cuyos restos descansan en este lugar o de los Duques de Villahermosa, protectores de la Compañía de Jesús, y que contaban en este templo con una capilla propia – la de San José – que igualmente tuvimos el privilegio de visitar.  Ya en la sacristía, D. Bartolomé nos mostró la colección de piezas de orfebrería, relicarios y otros objetos de culto que allí se custodian, todos de gran valor, y pudimos contemplar la decoración de la bóveda, pintada al fresco con motivos vegetales, así como los diversos óleos y mobiliario que adornan la estancia.

 

En definitiva, una interesantísima visita, que debemos agradecer a nuestra presidenta, Belén Boloqui y a José María Valero, quienes generosamente compartieron con el grupo sus conocimientos, ejerciendo de magníficos guías durante toda la jornada, así como también a la amable disposición mostrada por D. Bartolomé Fandos al abrirnos las puertas de la residencia que dirige y acompañarnos activamente durante el recorrido. Quedaron pendientes para una próxima ocasión la visita a la biblioteca, al refectorio y a la cripta, dependencias todas ellas a las que, por diversas razones, no fue posible acceder en aquel momento.

 

Concluida la visita, los asistentes nos desplazamos hasta Casa Emilio, donde en compañía de algunos socios más que se fueron incorporando al grupo, celebramos la tradicional comida de Navidad, que sirvió de ocasión para intercambiar impresiones, debatir algunos temas a tratar en la próxima Asamblea Ordinaria del mes de enero y, como no, para degustar la suculenta cocina de este establecimiento.  Una grata velada que esperemos poder repetir en breve.

Carlos Señor Marco

0 comentarios