Antiguas y recónditas bellezas, por Félix de Azúa
Foto http://www.setasysitios.es/Por su interés, reproducimos el artículo de Félix de Azúa publicado por el diario “El Periódico” en su edición de 29 de noviembre de 2008.
Algunas de las más admirables obras de arte producidas por los humanos son invisibles. Están ahí, a la vista de todos, y sin embargo solo pueden verlas quienes son advertidos de su existencia. El sábado pasado les hablaba de las grullas de Gallocanta, piezas soberbias, pero que no son obra humana. En esa misma excursión descubrí, gracias a la generosidad de Juan Antonio Tello y Chabier de Jaime Lorén, una obra de arte oculta detrás de su evidente presencia.
Su nombre lleva a confusión: se llama Chopo Cabecero y puede confundirse con una especie de la familia de los álamos, pero no es así. Se trata de un chopo esculpido y por lo tanto artístico. La labor de escultura tenía como excusa una función práctica, la producción de vigas para edificios leves. Ustedes han visto chopos cabeceros sin saber que los veían. Iban por la carretera y a lo lejos divisaban una hilera de árboles con un grueso tronco y una corona erizada de ramas largas, rectas, perfectas. Es muy probable que esos árboles siguieran la ribera de un río o de una acequia. Su apariencia es sorprendente, un sólido cuerpo, generalmente agrietado con la dignidad de los viejos rostros campesinos, y una cabeza que parecen dardos disparados al cielo.
Los chopos cabeceros están desapareciendo y muchos de ellos son ya ruinas a las que deberíamos dar un trato tan solemne y respetuoso como a las ermitas medievales. Desaparecen porque su justificación eran esas largas y rectísimas ramas de la cabeza, finas, ligeras, duras, poco vulnerables a los insectos xi- lófagos, que se usaban para la viguería de chozas, apriscos, alpendres, corrales, granjas o establos. La desaparición del trabajo campesino y el concurso de la viguería industrial han acabado con estos árboles de insuperable belleza. Quedan las ruinas. La colonia de la que hablo está en tierras de Teruel, por la parte de Montalbán, de Utrillas, de Cantavieja. Los que me hirieron, cerca de Calamocha, eran candelabros cubiertos de cien luces doradas que trataban de arañar el cielo. Las hojillas temblorosas vibraban en el aire gélido, resistiéndose a caer. Como nosotros.
1 comentario
Sccia de Apudepa -
"El paseo hasta allí (entiéndase ermita de la Virgen de la Zarza) está flanqueado por una hilera de gruesos y venerables chopos cabeceros. Nos cuentan que un chopo normal, al que no le cortan las ramas (aquí se llama escamoche) vive unos 100 o 150 años, pero si se les escamocha viven mucho mas. Estos son del siglo XVIII. Se les escamocha cada 20 años. Las ramas del chopo se utilizaban para vigas en la construcción".
Un feliz complemento de un texto y otro. Vaya sentido poético del Sr. Azua. Son una de las maravillosas sorpresas del paisaje de Aliaga junto al río Guadalope, entre el pueblo y la ermita citada.