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José Luis Arce: Una triste historia

José Luis Arce: Una triste historia

Con estas mimbres tenemos que hacer cestos, así que entenderán Vds. que el patrimonio cultural en Aragón ni cuente ni interese. Los negocios de la administiración, no para bien de la ciudadanía, apuntan hacia otro lado: el suelo y  las empresas, aunque las de la administración sufran mala gestión, falta de profesionalidad y pérdidas millonarias  En este mes se han aprobado la Ley Urbanística de Aragón y la de Ordenación del Territorio y  está a punto de aprobarse la del Ocio y Centros de Alta Capacidad, todas ellas un fiasco para la colectividad. Añadan ahora cómo se gestionan las empresas públicas según  J.L.  Arce en Heraldo de Aragón.

LA TRIBUNA. Basta ver las hemerotecas para comprobar cuánto fallido, cuánto desastre, cuánta enga­ñifa, ha ido poblando la estela de nuestra historia económica pública.

Por José Luis de Arce,  Heraldo de Aragón 21/6/2009

Una triste historia

«Está por escribir la triste historia de los fiascos de las empresas públicas de Aragón en 30 años y la falta de controles»

 NO voy a dar detalles ahora, porque tengo la es­peranza -y ya hay algún indicio de ello- de que la penosa historia de la empresa pública arago­nesa promovida desde diferentes órganos de los poderes públicos en los últimos treinta años sea recogida en una demoledora tesis doctoral que ponga de manifiesto la inepcia y las corrup­telas que han acompañado en estas décadas a la promoción de un sector público auspiciado por diferentes gobiernos y que, en genera), han supuesto un dispendio disparatado de recur­sos, una dilapidación de oportunidades, y un ridículo tremendo de los equipos que han regi­do las áreas económico-industriales.

Los fiascos han sido innumerables y constan­tes, por más que desde el poder se haya trata­do de extender un tupido velo de desinforma­ción y ocultación de responsabilidades; los fra­casos empresariales son de traca, explotando, como en las tracas verdaderas, uno tras otro los petardos de aventuras pseudo inversoras y pseudo empresariales que han debido dejar "grogui" a más de un consejero sin que aquí na­die haya movido una pestaña y nadie, como es natural, haya sido capaz de reconocer su incom­petencia que nos ha costado a todos dinero, prestigio y credibilidad. Y no quiero entrar en si se las han llevado crudas, o no, o quien se las ha llevado; pero lo cierto es que las aventuras empresariales públicas han dejado más aguje­ros que un queso de gruyere.

Basta ver las hemerotecas para comprobar cuánto fallido, cuánto desastre, cuánta engañi­fa ha ido poblando la estela de nuestra historia económica pública, con la complicidad, la par­ticipación y el aplauso de nuestras más dignas organizaciones e instituciones, que han tenido que recoger velas tantas veces y cargar a su cuenta de resultados los "marrones" en que se han visto embarcados por amiguismos, embus­tes, montajes o complacencias interesadas. Es­tá por escribir, sí, esta triste historia de los naufragios empresariales que han sido una constante están por anotarse los nombres y apelli­dos de los responsables de tanta veleidad; está por explicarse por qué no se han instalado los mecanismos de control establecidos en cual­quier democracia que se precie, como los tri­bunales de cuentas, que aquí están durmiendo un inicuo y culpable sueño de los justos porque no interesa su presencia; están por hacerse tras­parentes la gestión y las cuentas de tanto insti­tuto, corporación, empresa, sociedad o instru­mento al servicio de la política partidista y hui­dizo de los controles parlamentarios y sociales al socaire de no sé qué interpretaciones sesga­das y para encubrir peligrosas connivencias que el público no debe conocer.

Ya sé que puede ser perder el tiempo; pero se­ñalar una de las lacras que hemos soportado en nuestra economía y en nuestras finanzas, administradas muchas veces por aficionados e in­competentes y pedir que alguien lo explique, aunque sean los historiadores del mañana -los de hoy no están por la labor, ni saben ni con­testan- me parece un derecho ciudadano al que no debemos renunciar. Vamos a ver qué dice esa tesis, si es que se hace pública.

 

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