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Otra de porras en Artieda, por Victoria Trigo

Otra de porras en Artieda, por Victoria Trigo

Artieda 10/10/2012. Foto MásPúblico

Sacar las porras a pasear está de moda y, si algo tiene de democrático cuando se trata de desmontar movilizaciones pacíficas, es que no discrimina a las que ocurren en un pequeño lugar y, tal como están los medios de mayor difusión, difícilmente será noticia a nivel nacional. Sí, pequeño lugar Artieda de Aragón, pero no por ello menos grande la causa por la que allí hace años que se lucha y que, de nuevo, ha merecido los mamporrazos de los mantenedores de un orden donde caben muchos disparates.

Lo sucedido el pasado 10 de octubre en Artieda es la confirmación de que al poder le incomoda mucho que haya quienes no se dobleguen a la apisonadora del “porque sí”. Desde que en mayo de 2001 Jaume Matas pusiera la primera piedra del recrecimiento de Yesa –primera piedra también del trasvase, como bien dijo el entonces Ministro de Medio Ambiente- los conatos de paseo militar no han cesado en ese territorio. Arias Cañete puede estar contento en su retorno a la plana mayor del gobierno, pues al menos en el empecinamiento, los fondos y las formas no han cambiado pese a las reforzadas razones en contra del citado recrecimiento.

Ver a los vecinos de Artieda, a los miembros de la Asociación Río Aragón y de otros colectivos que les apoyan a pocos metros de quienes acudieron a abrir paso como fuera a los funcionarios de la CHE que iban a proceder a las expropiaciones, produce pena, indignación y rabia. Sería muy limitado descargar únicamente contra el Partido Popular la protesta que esta actuación merece. ¿Qué cabe esperar del PSOE, que también aboga por embalsar todos los ríos que circulen por sus mapas? Oportunidades tuvieron los socialistas de paralizar este dislate y, sin embargo, lo consintieron desde el mero borrar de su diccionario la palabra trasvase –cuando procedía según el guión político, se hablaba de transferencia temporal de caudales-, pero manteniendo intocable ese concepto de reservas hídricas que la ciudadanía ha hecho suyo llamándolo “las obras necesarias” aunque muchos todavía no sepan detallar cuáles son esas obras cuasidivinas a las que se refieren. Y es que en 2012, independientemente de quien desgobierne, en materia de medio ambiente continuamos igual que en la gloriosa España de Aznar, con sequías pertinaces, previsiones de regadíos imposibles y cuencas excedentarias frente a cuencas deficitarias.

En fin, que el tiempo ha pasado en balde, como vueltas de cangilones vacíos de una noria que sólo aporta desazón a quienes siguen sufriendo la amenaza de ver sus vidas pisoteadas por más pantanos y mueve a la crispación a los observadores más sensibles que ven cómo las cuentas de los megaproyectos se vuelven rosarios de desfases y agujeros que, como las fallas de las laderas de Yesa, no pueden repararse ni frenarse con efectivos armados a lo Santaliestra -¡ah aquella toma del pueblo, con María Campo como improvisada Agustina…!-, como si fueran a rodar una película protagonizada por los peores demonios de Jánovas, esos que, como un cáncer mal curado, de vez en cuando arremeten con la única fuerza que les asiste, la de la sinrazón.

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Victoria Trigo Bello

Escritora

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