Presupuestos arriba, presupuestos abajo. APUDEPA propone sustituir las ayudas a la construcción por un plan C de Cine: una superproducción cinematográfica por municipio o pedanía.
Tristán Ulloa y Juan Diego en Ansó durante el rodaje de Que se mueran los feos. Fotografía APUDEPA. Señores, estamos que lo tiramos. APUDEPA ha escrito a la presidencia del Gobierno (José Luís Rodríguez Zapatero, Palacio de la Moncloa, Madrid, y al buzón) para ofrecerse a coordinar un plan C, toda vez que hacen aguas contra la crisis el plan A, el plan B e incluso el E. Pero comencemos por el principio.
Suben los presupuestos para construcción, bajan para cultura. Esta semana se ha hecho pública la batería de propuestas del Gobierno de España para su negociación en la flamante mesa anticrisis. En APUDEPA estamos conmovidos ante el nuevo alarde imaginativo de nuestros próceres: fuertes ayudas al sector de la construcción para recuperar 350 000 del millón de empleos perdidos tras el primer estallido de la burbuja inmobiliaria. Subsidiariamente a esta nueva explosión del mileurismo, y como efecto colateral, claro, las cuentas de las grandes empresas de la construcción apadrinadas por David Taguas (presidente de Seopan y exdirector de la oficina económica del presidente del Gobierno) podrán seguir creciendo.
La Vicepresidenta Segunda y ministra de Economía, Elena Salgado, se ha afanado en aclarar que el Gobierno “ha acabado con el ladrillo especulativo, sí, pero no con el ladrillo, porque la construcción es un sector muy importante”. Ustedes sabrán distinguir el ladrillo especulativo del ladrillo rehabilitador porque el primero presenta un tono más oscuro y es ligeramente menos poroso. Fíjense en sus ciudades porque las diferencias que propone el PSOE son de calado.
En conclusión: de nuevo la filosofía del plan E. Seguro que conocen ustedes pueblos de España que sumergidos en la “bonanza económica” llevan décadas sin arreglar una tubería y que de pronto se han lanzado a abrir las calles, volviéndolas a cubrir con baldosines menos deslizantes. Abrir zanjas, cerrar zanjas, abrir zanjas, cerrar zanjas, crear empleo, destruir empleo, crear empleo, destruir empleo, forrar a Florentinos, forrar a Florentinos. Y jubilación a los 67 años.
Claro que es lógico que el sistema se dé lo que el sistema se demanda. Que en los planes anticrisis del Gobierno no existe cambio del modelo productivo, sino una apuesta de la construcción por la construcción lo prueban muchas de las obras que se han hecho este último año. Ustedes podrían poner sus ejemplos, nosotros les damos los nuestros. Quizá como símbolo escojamos la nueva torre que ha crecido como una seta en el centro social de las Delicias, en Zaragoza (arquitectura contemporánea de la guapa). Resulta que el centro social antiguo es un edificio enorme, bonito y catalogado que se cae a pedazos y que está cerrado porque las administraciones no tienen dinero para contratar a dos o tres personas de mantenimiento. ¿Qué se hace? Pues gastarse cientos de miles de euros en construir una torre de 40 metros de altura brillante como las lentejuelas, con ventanas de zas-zas aquí y allá, en unos 8 meses, para seguir teniendo el centro cerrado por falta de mantenimiento. ¡Lástima que a las Delicias llegara antes el ladrillo de nueva planta que el rehabilitador!
Alquilar, ser sostenible, rehabilitar… no es bueno per se (como entiende el Gobierno), sino si obedecen a una estrategia estructural y a un buen modelo social, cultural y ambiental. Así que promover la rehabilitación está bien siempre que sea el objetivo claro, y no el medio para una nueva hornada de inversión constructora. Entre otras cosas porque la rehabilitación es cosa muy seria y las administraciones no suelen saber lo que es. En APUDEPA tenemos la experiencia suficiente como para saber a lo que se refieren cuando dicen rehabilitación:
La primera fase para rehabilitar, todo el mundo lo sabe, es degradar fuertemente el tejido antiguo de las ciudades. Hacerlo obsoleto y no ir actuando gradualmente en su mantenimiento. Así se consigue una disminución del precio de los pisos que pueden ser habitados por las capas menos pudientes que ayudan a ofrecer una imagen de mayor “degradación”. La pobreza atrae la delincuencia y la delincuencia hace huir a las buenas clases medias hacia el extrarradio donde casualmente… ¡se han construido nuevas viviendas confortables en residenciales las huertas de Miraflores a los precios exclusivos de las clases medias hipotecadas hasta el cuello! Esto, como decíamos, es la primera fase de cualquier rehabilitación.
La segunda fase para rehabilitar es desagradable pero inevitable. Cuando ya todos se han forrado hasta reventar, revienta la burbuja inmobiliaria. Las clases medias pueden hipotecarse hasta el cuello pero no hasta la ceja. Desagradecidas como son, dejan de comprar viviendas y los rehabilitadores se quedan con miles de pisos en las manos. Despiden a gente, que ahora ya no puede pagar sus hipotecas, los bancos se asustan, sus representantes ponen en marcha la tercera fase.
Como el ladrillo especulativo no da por ahora más leche por mucho que se ordeñe (mientras crean vacas de nueva generación) y dado que, casualmente, en la primera fase se habían degradado los barrios tradicionales, se llama a una urgente reparación del tejido maltrecho. Surge así el ladrillo rehabilitador, que como se ha dicho es más clarito y un poco más poroso que el especulativo.
¿Y cómo sigue el cuento? Pues como en el Raval, en el Tubo, en el Cabanyal, en el Poblenou. Las empresas constructoras no saben rehabilitar, porque la rehabilitación requiere de sus propios tiempos, técnicas, maquinarias y profesionales, que no son precisamente los de la obra nueva. Para que se hagan una idea, todo el Código Técnico de la Edificación, Carta Magna de la construcción, se basa en la obra nueva. Lo que se hace entonces es crear viviendas nuevas con fachadas antiguas remozadas y farolas de forja que procuren ayudar a un ambiente “tradicional”. Como las capas que habitan estos lugares degradados no pueden financiar tales operaciones, vuelven a ser expulsadas a la periferia (a la periferia de la periferia) donde continuarán hasta que vuelva a ser necesario construir viviendas de nueva planta (si no ha llegado todavía el fin del mundo).
La población en general tiene que estar muy preocupada con todo esto que está pasando. Las Asociaciones de patrimonio, más. Porque corremos el riesgo de que la urgencia de la situación empuje a las constructoras y a las administraciones a matar moscas a cañonazos en los centros históricos. La urgencia es contraria a la buena rehabilitación y al mantenimiento. Las intervenciones en centros históricos requieren análisis concienzudos que se hacen en años, abordados desde todos los puntos de vista. Y planificaciones y proyectos coherentes con dichos análisis. Aparentar ante la población no experta en esta cuestión (y al parecer a veces ante la experta) que una obra es de rehabilitación cuando es de sustitución es relativamente fácil. Eso es lo que llevan haciendo todo este tiempo y mucho nos tememos que es por lo que apuestan ahora. Si es así, nuestros centros históricos van a sufrir, en su consistencia física, casi como con bombardeos aéreos (que es como han sufrido el Tubo o el Cabanyal).
Paralelamente a este anuncio de nueva apuesta inversora del Gobierno en ladrillo (rehabilitador), el Gobierno de Aragón anuncia fuertes recortes en los presupuestos de las políticas culturales. Recortes drásticos en producciones teatrales, ayudas a la creación, mantenimiento de instituciones culturales… Las administraciones públicas lo tienen claro. Merece la pena invertir en empleos del sector de la construcción pero no en empleos no relacionados con el ladrillo. ¿Acaso no son puestos de trabajo los de los técnicos de mantenimiento de los centros sociales, los trabajadores de teatros públicos, los creadores, las empresas subsidiarias del tejido cultural, los músicos, los intérpretes?
Y como no solamente analizamos, sino que también proponemos, en APUDEPA, como les hemos anunciado, hemos creado un plan C, el plan C de Cine (o de Crisis) para crear empleo mediante la producción de cosas más necesarias que viviendas. APUDEPA propone que el dinero destinado a abrir zanjas y cerrar zanjas se dedique al cine. Propone que cada municipio, pueblo o pedanía, se encargue de una superproducción cinematográfica financiada por el Estado (que es quien financia la banca y la construcción). ¿Se imaginan qué impulso a la cultura, a la industria del cine, a la imaginación, a las ciencias y a las artes españolas? ¿Se imaginan un país en que cada municipio (pueblo o pedanía) tenga la misión de crear en dos años una película de cine entre todos los vecinos? La reconversión de los peones a la cinematografía sería emocionante y propia de otra película. Actores, guionistas, técnicos de iluminación, de sonido, maquilladores, peluqueros, expertos en vestuario y en efectos especiales, directores, guionistas, dobles, figurantes… Todo esto en todos los rincones de España a la vez. Interminables debates técnicos y artísticos proliferando por los campos y los huertos españoles, ahora ya expertos en encuadres y tomas. Si han presenciado alguna vez un rodaje de cine en un pueblo entenderán lo que decimos. Ya vemos los pueblos españoles hirviendo en actividad y fortaleciendo los servicios y la industria. ¿Se dan cuenta de lo apasionante de un país entregado de pronto a la ficción? Como ahora, pero con cámaras. Sería maravilloso.
Sí. Muchas películas serían infumables. Pero al fin y al cabo ninguna tanto como las urbanizaciones de los Pinos de la Marquesa. Y lo que importan son los rodajes, que son apasionante. ¿Han visto Los abrazos rotos, La niña de mis ojos, El show de Truman, RKO 281, La Nuit américaine, 8 ½’ o Sweet Liberty? .Tendríamos cine, empleo, centros históricos sin zanjas y medio ambiente. España dada en cuerpo y alma al cinematógrafo. Nos seguirían las naciones. No nos digan. De cine.
5 comentarios
javier -
RdRubén, me llaman. -
Perpleja ante plan E -
Fina ironía -
Me agrada y divierte, cómo con fina ironía, dáis una visión del modelo inamovible de este gobierno y sus planes E, F,...
Flipando en colores -