No saben hacer otra cosa
El parque Pignatelli en una fotografía de Heraldo de Aragón. Poco hace falta insistir en que la bárbara explotación del suelo que se ha llevado a cabo en España en las últimas décadas ha tenido como consecuencia la devastación urbana y el arrasamiento paisajístico, además del enriquecimiento exorbitado de una minoría de especuladores y el espejismo de una economía en crecimiento que, ajustándose ahora, nos pone contra las cuerdas de una gravísima crisis social. Cuando todavía se pensaba que la promoción inmobiliaria y la construcción podían ser infinitas, asociaciones como APUDEPA ya alertaban sobre los efectos de la burbuja inmobiliaria. Quizás algún día alguien reconozca que sí había gente que preveía las cosas y tenía alternativas.
El caso es que la burbuja estalló y España casi se ha ido al garete. Nadie duda de que el impacto aquí de la crisis financiera internacional ha sido extraordinariamente grande por el peso insostenible de la construcción y la destrucción en el modelo de creación de “riqueza”. Quienes antes simplemente despreciaban a las personas que alertaban de todo esto ahora reconocen como si nada que “España se pasó”, que “pensamos que la construcción no se iba a acabar nunca” y cosas así.
Lo más grave ahora es que tantos años de inercia recalificadora, tantos años de malas prácticas ambientales y económicas han creado una generación (o dos o tres) de gobernantes que no saben hacer la O con un canuto si antes no nos recalifican unas hectáreas y nos construyen un edificio singular. Eso es lo que los técnicos que les asesoran (en lo estético, porque en lo demás asesoran los promotores) les dicen que es “hacer ciudad”. Y así nos van poniendo en el mapa, hacen que dejemos de vivir de espaldas al río o al mar, nos enseñan a ser buenos ciudadanos, nos hacen sentir orgullosos del nombre de nuestra ciudad y cosas así. Para construir una guardería, recalifican. Para mejorar un parque, recalifican. Para hacer una fiesta, recalifican. Algunos recalifican hasta para pagarse los trajes...
El Ayuntamiento de Zaragoza tiene la ciudad a medio hacer. Abundan los solares en construcción (aquellos con trámites previos a 2008) y los solares paralizados por falta de demanda. Sobran suelos residenciales y terciarios “a punta pala”. Y sin embargo sus políticas siguen pasando por vender al diablo a cachitos el alma de la ciudad, aunque han comprobado con la crisis que no se olvida de cobrar la factura. Ahora planean ampliar el parque Pignatelli por los depósitos de agua de la zona de Cuéllar. Y, evidentemente, propone recalificar el suelo para la construcción de 50 viviendas de lujo. Como si el suelo y el espacio fueran ese filón inagotable que paga todas las rondas.
Se trata de un parque que lo que necesita, mucho más que una ampliación, es un buen mantenimiento constante. Y eso es justo lo que no tiene. Pero un mantenimiento constante es barato y no se fotografía bien y por eso no es muy eficaz como cebo de una recalificación. APUDEPA lo rechaza. En APUDEPA consideramos (así venimos trabajando constantemente con todas nuestras fuerzas en los últimos años) que es el momento de crear un nuevo modelo de ciudad que olvide las malas prácticas de explotación abusiva del suelo y se base en la justicia de un reparto equitativo de la riqueza y en el mantenimiento de un espacio óptimo para una buena calidad de vida común.
No todo se arregla recalificando, como cree el 95% de los alcaldes. Cerramos nuestra reflexión con una expresiva cita de Mark Twain: “ Quien solo tiene por herramienta un martillo, pensará que todos los problemas son un clavo”. Así están nuestros ayuntamientos, dando martillazos a diestro y siniestro en nuestros pueblos y paisajes.
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