Derribos indeseables en Monreal del Campo en Teruel y Almuniente en Huesca, o el Pim, Pam, Pum de la Administración Autómica.
Casa Puértolas, Monreal del Campo (Teruel)
En el plazo de escasos días se han derribado en Aragón dos edificios sin duda interesantes. Una casa agrícola en la localidad de Almuniente (Grañén, Huesca), antigua propiedad del Duque de Solferino hasta los años de 1960, obra que podría catalogarse del siglo XVII, y el otro un edificio de viviendas en Monreal del Campo (Teruel), obra probable del siglo XVIII, transformada en el XIX.
Ambos casos pueden describirse, sin duda, como actuaciones de la administración, Dirección General de Carreteras para Almuniente y Ayuntamiento de Monreal, de irresponsables, simplonas y sangrantes, por tratarse de arquitecturas de interés y singulares. Ambos casos fueron denunciados a APUDEPA por vecinos de las localidades respectivas, a los que todos mucho tenemos que agradecer, pesarosos y conmovidos por un acto, el de derribo proyectado, que entendían desproporcionado en relación a la antigüedad y autenticidad de esos bienes, en suma, un acto inculto e injusto para la memoria de nuestro pasado histórico, la historia de la arquitectura e, incluso, para el desarrollo futuro de esos pueblos.
En uno y otro caso APUDEPA puso manos en acción y en el plazo de 48 horas para Almuniente y de 24 horas para Monreal del Campo ya se habían presentado los correspondientes solicitudes de incoación de catalogación dirigidos a la Consejería de Cultura y a los Ayuntamientos respectivos. Se llamó también por teléfono de forma inmediata a los Ayuntamientos y a la DGA, pero la cerrazón de unos (Ayuntamientos) y el pasotismo, habitual, de la Dirección General de Patrimonio Cultural (y en concreto de Jefe de Sección del Servicio de Protección del Patrimonio Histórico) han hecho el resto. Cierto es que cuando hablamos por teléfono con el secretario de Almuniente el edificio se había derribado esa misma mañana, aunque el escrito se había presentado en la DGA 48 horas antes.
En uno y en otro caso la justificación ha sido la RUINA de ambas arquitecturas, obviando la obligación de los Ayuntamientos de hacer mantener los edificios con el decoro y la seguridad que determina la Ley de Urbanismo a través de las conocidas ’órdenes de ejecución’. Nosotros pensamos, tenemos pruebas fehacientes, que muchos Ayuntamientos aragoneses ejecutan sí, pero a la deriva, para ordenar derribar, en lugar de actuar antes, mandando a la propiedad que repare ’ese alero en mal estado´, `esa pequeña gotera´, hechos asumibles por cualquier propietario, y en su defecto, para los Ayuntamientos, caso de no responder aquel. Al no hacer esto, muchos alcaldes pretenden legitimarse ante el pueblo para derribar, y de ello no se deriva nada más que el vicio de la ignorancia, la insensibilidad y el desarraigo de la colectividad en general y, en paralelo, menor capacidad de desarrollo para las localidades, en suma, mayor pobreza. ¿Si derribamos lo singular, ¿qué nos queda?
Vean fotos y comentarios en prensa: Heraldo de Aragón y El Periódico de Aragón
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