El conjunto palaciego de los condes de Aranda en Épila, Bien de Interés Cultural.
El conjunto palaciego. Foto Apudepa 2012
El viernes día 5 de octubre Heraldo de Aragón en su serie ‘Heraldo Zaragoza. Comarcas’ publicó el artículo ‘Las joyas de la arquitectura civil agonizan y una decena de palacios requieren actualización urgente’ que firma la periodista Cristina Adán. Apudepa fue consultada y trató, siempre con escaso margen de tiempo, de dar una idea de lo que está ocurriendo con los ‘últimos’ palacios aragoneses. Cada vez quedan menos y muchos peligran en su integridad, muchos más de los que nosotros mismos conocemos. Véase sobre lo mismo la nota que ha sacado Calatayud Noticias.
En este contexto nosotros queremos ahora ampliar los datos históricos sobre el palacio de los condes de Aranda en Épila, Bien de Interés Cultural, uno de los palacios más antiguos y monumentales que se conservan en Aragón. Como fuente histórica de referencia nos hemos servido de un libro de inveswtigaacion alto interés editado en el año 2010, del autor Javier Martínez Molina, El conjunto palaciego de los Condes de Aranda en la villa de Épila, Zaragoza, Institución Fernando el Católico. A ello hemos ido sumando unos breves análisis sobre el estado de la rehabilitación actual y unas propuestas finales de intervención, porque lo que estamos viendo en el proyecto actual nos tiene preocupados.
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EL CONJUNTO PALACIEGO DE LOS CONDES DE ARANDA EN EPILA, Bien de Interés Cultural.
El conjunto residencial palaciego de los condes de Aranda en Épila es la suma de distintas reformas, ampliaciones y fases constructivas que abarcan fundamentalmente los siglos XV, XVII y XVIII. Forma parte del mismo el palacio (deshabitado) y el convento-iglesia de la Purísima Concepción, habitado por monjas concepcionistas desde su origen (siglo XVII) hasta la actualidad, siendo este un claro ejemplo de mecenazgo señorial. A esto habría que sumar también el sepulcro levantado al IV conde de Aranda, D. Luis Ximénez de Urrea (1623) en la finca de campo denominada villa Mareca, cerca del río Jalón a pocos kilómetros de Épila, en proceso de acelerada ruina. Este palacio es tan monumental como desconocido para los aragoneses en general. Se encuentra en un proceso de restauración-rehabilitación que cuestionamos en diversas actuaciones, elementos del exterior, sin que sepamos exactamente qué se está haciendo o cual es el proyecto de rehabilitación interior.
El palacio-convento resulta uno de los principales conjuntos palaciegos de Aragón, Bien de Interés Cultural en la categoría de monumento desde 1931. La topografía del terreno y las sucesivas ampliaciones otorgaron a su estructura arquitectónica interior un aspecto intrincado y complejo, difícil de explicar y comprender, aspecto que se remonta fundamentalmente a la primera mitad del siglo XVII, cuando el palacio se convirtió en un auténtico conjunto palaciego por iniciativa del V Conde de Aranda, D. Antonio Ximénez de Urrea.
Básicamente, el edificio actual se compone de dos alas o bloques constructivos principales: el frontal, correspondiente a la fachada principal, que mira a la actual escalinata (antes inexistente) y a la plaza de la iglesia parroquial, y el trasero, correspondiente a la fachada posterior, que se orienta a lo que antaño fueron las huertas y jardines del palacio. A estos dos cuerpos principales se añadieron en la primera mitad del siglo XVII dos bloques laterales de estancias, que se destinaban respectivamente, según se desprende de la documentación, la una, a la izquierda, a alojamiento de la servidumbre (articulado en torno a un patio trapezoidal) y la otra, a la derecham, a las habitaciones residenciales de uso noble (que incluye además un espacio de comunicación con el convento adyacente). Las dos alas principales del palacio, la frontal y la trasera, presentan además una altura desigual y una diferencia de cotas muy notable, derivada de la situación del palacio en la parte baja. Así, el ala de la fachada principal tiene sólo dos niveles, mientras que el ala trasera posee cuatro.
Etapas constructivas:
El palacio:
El origen de la construcción es de los primeros años siglo XV: Comprende el entresuelo y la planta inferior destinada a cocheras (desaparecidas recientemente), cuadras y almacenes, estancias principales, capilla, u oratorio, escalera principal y pasadizo a la iglesia parroquial (desmontado a finales del siglo XIX).
En cuanto a las estancias principales se conservan elementos que estilísticamente podrían remontarse a los siglos XV y XVI, de estilo gótico, mudéjar y renacimiento: entre ellos tres estancias cubiertas con artesonados de estilo mudéjar.
Los elementos decorativos más destacados del siglo XV son tres techumbres con alfarjes mudéjares:
- Alfarje conocido como despacho del X conde de Aranda, de los primeros años del siglo XV, vinculado por su heráldica a los Ximénez de Urrea, posiblemente vinculado o don Lope Ximénez de Urrea, primer poseedor de la villa de Epila (1396-1458), II Vizconde de Rueda. Esta estancia tenía unos arrimaderos de cerámica de Muel del siglo XVII que los mandó arrancar la actual duquesa de Alba cuando desmanteló el palacio de todos sus bienes muebles en 1978.
- Alfarje del Salón Principal, o de Aparato, de mediados del siglo XV, vinculado al III conde Rueda, D. Lope Ximénez de Urrea. Es el salón más grande de toda la arquitectura palaciega y en Aragón uno de los de mayor empaque (22 m. de largo x 8,5 ancho x 7, 35 m. de alto).
- Cámara auxiliar, adyacente al salón principal, de finales del siglo XV y comienzos del siglo XVI.
La transformación y ampliación del palacio en el siglo XVII, 1630-1637, fue promocionada por el V Conde de Aranda D. Antonio Ximénez de Urrea (15911654) y su primera esposa Dª Luisa de Padilla y Manrique, (c.1590-1646). Comprendió las dos fachadas principales del palacio, un nuevo zaguán, una nueva ala de servicio en torno a un patio trapezoidal, las habitaciones privadas de la condesa y la redecoración interior de los salones de la planta noble, con arrimaderos, escudos, chimeneas y estucos, así como la decoración, en parte arruinada, del salón de verano, o salón de los Emblemas Dorados (1640-45), diseñados al parecer por Juan Lobera, pintor, tracista de retablos y decorador (J. Martínez Molina).
Destacaremos la monumental fachada posterior recayente a la antigua zona de huerta-jardín, que es el único ejemplo de arquitectura a la manera cortesana o ‘madrileña’, siguiendo en parte la estela del Escorial, proyecto atribuible al arquitecto de la corte Alonso Carbonel, adjudicándose la autoría material de la obra a los maestros Juan López y Simón Clavel, los mismos que llevaron a cabo el convento-iglesia (J. Martínez Molina). Esta fachada es hoy una de las más impresionantes fachadas protobarrocas de la arquitectura civil aragonesa, tanto por su cuidado diseño, como por la calidad arquitectónica, su gran monumentalidad y su presencia física derivada del citado desnivel del ya antes mencionado desnivel del terreno. En los últimos años sobre el basamento de esta fachada se está realizando una sustitución de los sillares originales por otros que nada tienen que ver con el material original, posiblemente del paraje de las Celadillas, solución inadecuada cuestionada desde Apudepa y por el autor del citado estudio. En el siglo XVIII, 1712-1713, la condesa viuda del V conde de Aranda, Felipa Clavero y Sesé, mandó derribar las dos torres laterales de la citada fachada de los jardines, restando monumentalidad al conjunto.
Las transformaciones del siglo XVIII por el X Conde de Aranda D. Pedro Pablo Abarca de Bolea, (1719-1798) fueron fundamentalmente de tipo decorativos, nuevos escudos, así como de amueblamiento y decoro interior. El palacio en esta época volvió a alcanzar una época de esplendor.
La herencia del palacio por el ducado de Hijar supuso su desmantelamiento de bienes muebles, pues el palacio no fue habitado por los condes durante el singlo XIX, sufriendo también serias transformaciones del interior, entre ellas, el alquiler para viviendas la zona de buhardillas y la conversión de las habitaciones principales en granero.
Finalmente, en el siglo XX D. Alfonso de Silva Fernández de Híjar (1877-1956), XVI Duque de Híjar y XVIII conde de Aranda y su esposa Maria Rosario Gurtubay y González de Castejón recuperaron cierto esplendor del pasado. La fortuna de la condesa permitió acondicionar las habitaciones nobles, desalojar los graneros, y volver a decorar y amueblar el palacio de Épila, a la par que finalizaron las habitaciones para los inquilinos.
En cuanto al convento- iglesia de la Purísima Concepción, de sumo interés, fue construido entre 1624-1637, según traza del franciscano Bartolomé Rico.
En resumen, el palacio es una obra muy monumental y compleja, de gran interés para Aragón, que requiere consenso y mucha cautela que desde Apudepa solo se puede contemplar con consultas interdisciplinares y desde un Plan Director que comprenda la intervención en el palacio, en el convento-iglesia e incluso en la capilla funeraria de la villa Mareca. En fechas recientes, se ha actuado sobre la cubierta, recuperándolas y sobre algunos lienzos de los muros, con actuaciones ya más discutibles desde el punto de vista de la restauración. Ya hemos comentado que se ha intervenido de forma chapucera en la zona del zócalo de la fachada del palacio recayente a los antiguos jardines, se ha perdido la parte que restaba de las antiguas cocheras, por instalación de unas escaleras y ascensor exterior, y las huellas materiales sobre una fachada relacionada con un pasadizo que iba hacia la iglesia parroquial, todos ellos huellas y elementos en la historia del monumento. Historia distinta es el desmantelamiento sucesivo que ha sufrido el palacio a lo largos de los siglos, muchas veces deshabitado, durante todo el siglo XIX, y especialmente por la orden de vaciamiento de la actual duquesa de Alba en 1978, si bien es cierto que donó el palacio a la villa de Epila, por una cantidad simbólica, una peseta, con motivo del 200 aniversario del fallecimiento del X Conde de Aranda, D. Pedro Pablo Abarca de Bolea, el más famoso de sus inquilinos.
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