Conocida la valoración de la Dirección General de Patrimonio en la que ha restado importancia a la conservación de los elementos materiales aparecidos en la solera del Puente de Piedra de Zaragoza, llegando a afirmar que "las obras no afectan para nada al puente", rechazamos de plano esta opinión como ya han dejado constancia los partidos en la oposición y los grupos de ecologistas y vecinos. Esta Asociación se ha dirigido hoy a la Dirección General de Patrimonio a fin de conocer los informes completos pero no hemos hallado respuesta.
APUDEPA desea recordar a la opinión pública que las declaraciones del propio Director General son contrarias al espíritu y a la letra de la Ley de Patrimonio Cultural de 1999 puesto que el Puente de Piedra es Bien de Interés Cultural, entendiéndose como tal «la construcción u obra producto de la actividad humana, de relevante interés histórico, arquitectónico, arqueológico, artístico, etnográfico, científico o técnico, con inclusión de los muebles, instalaciones y accesorios que expresamente se señalen como parte integrante del mismo» ( art. 12). La declaración del mismo, dice el mencionado texto, “comprenderá, sin necesidad de identificación específica, cuantos elementos puedan considerarse consustanciales con las construcciones y formen parte de las mismas o de su exorno, o lo hayan formado” (art. 15.2 BOA, 28/06/2002), texto que a todas luces contradice lo mantenido por la Dirección General de Patrimonio. Esta asociación recuerda que hoy día en la práctica restauradora se da la exigencia de conservar los vestigios de épocas diversas, como testimonio ineludible de la propia historia y evolución de la trayectoria del monumento.
A la vista de los hechos, esta Asociación entiende que en todo el proceso ha habido muchas irregularidades. Dada la delicada naturaleza de la actuación, se tenían que haber valorado con anterioridad las afecciones posibles en el propio puente y en las riberas, cosa que no se ha hecho; condenamos el ocultismo mantenido en torno al canal que se quiere construir y es evidente también, en contra de lo que dice la Dirección General de Patrimonio, que la construcción de un canal bajo la segunda arcada del puente va a dar al traste con elementos significativos de la estructura del mismo como es el muro de contención, al parecer de entre 1720 y 1729, del que solo queda una hilada de sillares y una capa de cantos rodados, así como el despojo de las estacas de madera con el objetivo de ser en parte musealizadas.
Apudepa insiste, una vez más, que el azud es una mala obra para la ciudad y que la navegación tradicional de pequeñas barcas de recreo y náuticas era lo más apropiado para la naturaleza de nuestro río, como, bien recoge el citado lienzo de Velásquez - Martínez del Mazo, y que esta actuación es una intervención de sobreexplotación del monumento, término contemplado por los expertos en las malas prácticas restauradoras.
De la dirección General de Patrimonio cabría sólo esperar proteger el patrimonio en su sentido más estricto, pero detectamos que sus dictámenes sirven demasiado a menudo para avalar actuaciones muy agresivas relacionadas con la propia administración pública, como hemos podido comprobar este verano en sus resoluciones para el Balcón de San Lázaro y ahora en el Puente de Piedra y ya antes para la estación de Canfranc, el Teatro Fleta y la Escuela de Artes, entre otros muchos despropósitos. Una exposición internacional no puede justificar tanto desbarajuste, por mucho que haya plazos. Las exposiciones en sí mismas (ya las ha habido en Zaragoza) no suponen enriquecimiento colectivo sin una firme voluntad de respeto al ciudadano, cosa que ahora no vemos está ocurriendo.
Finalmente, deseamos recordarle a la Dirección General de Patrimonio que esta Asociación no da informaciones alarmistas, simplemente repite aquellos hechos que entienden son básicos y por las que estamos seriamente preocupados. Una vez más repetimos que tantos vaivenes de obras en el curso del río y el propio azud con su lámina constante de agua hacen peligrar más las debilitadas estructuras de los edificios históricos situados en la ribera del Ebro, entre ellos, la Seo de Zaragoza, el Monasterio de las Canonesas del Santo Sepulcro y especialmente el templo del Pilar, por cuanto éste es un edificio con débil cimentación, lo que dio lugar a serios problemas en el mantenimiento de su estructura desde los inicios de su construcción, a finales del siglo XVII, hasta el siglo XX. Que el arquitecto Teodoro Ríos Balaguer resolviera con éxito el problema en su momento, década de 1930, no garantiza que ahora con la nueva situación del río, lámina constante y proximidad del nuevo canal, no presente de nuevo un peligro de ruina que en este caso sí sería achacable a una mala previsión de nuestros políticos, gestores y técnicos culturales. No vaya a ser, como día a finales del siglo XVII el arzobispo de Zaragoza D. Antonio Ibáñez de la Riva Herrera, responsable de su fábrica, contra el Pilar “se han desatado todos los demonios”.
En suma, nuestro emblemático puente no se merece tan improvisada intervención en el siglo XXI, máxime para una obra que daña el río, por mucho que la justifique la Dirección General de Patrimonio.